El viejo chiste de que la adolescencia es una enfermedad que se cura con el tiempo ha ido perdiendo gracia –si es que alguna vez la tuvo– y sobre todo vigencia, si nos atenemos a unas cuantas películas norteamericanas sobre teenagers de la última década. Empezando, claro, por Mi vida es mi vida, de Tod Solondz, y Kids, de Larry Clark, ambas de 1995. Elefante, de Gus van Sant, estrenada este año y directamente inspirada en la masacre de Columbine, ofreció una visión francamente alarmante sobre el universo juvenil de la secundaria en una de esas localidades suburbanas de apariencia idílica, con sus casas confortables rodeadas de verde. Entre las muestras de cine sobre (y para) adolescentes, además de las de terror casi siempre con humor, están las de la onda American Pie, en clave picarona y jocosa. Pero si volvemos al tono feroz y desencantado de Mi vida..., nos podemos topar con Election, esa comedia negrísima emitida regularmente por el cable, protagonizada por Reese Witherspoon como una trepadora voraz capaz de perpetrar las más horribles tropelías con cara de ángel.
Entre los films estadounidenses sobre chicas en la primera etapa de la adolescencia que sufren una transformación radical, tal si las hormonas en ebullición actuaran como una pócima del Doctor Jekyll, se destacan dos muy recientes: A los trece (2003), realización de Catherine Hardwicke (ya editada en video) de un dramatismo que vira en algunas escenas hacia el terror, y Chicas pesadas (vista hace poco en los cines) de Mark S. Waters, en plan de comedia iniciática satírica no desprovista de instancias emotivas. Pese a las diferencias de género y de enfoque, ambas películas tienen puntos en común: en A los trece, Tracy, una jovencita de esa edad que todavía no terminó de salir de la infancia, al entrar en la secundaria se siente mirada como un bicho raro por las chicas populares que bajan línea; entonces decide tirar sus peluches, cambiar su vestuario e imitar en todo a Evie, la más influyente, que roba en las tiendas, se droga y practica la promiscuidad sexual. En Chicas..., Cady, recién llegada de Sudáfrica y con pautas de comportamiento muy diferentes de las de la escuela a la que la mandan sus padres, es también una especie de forastera –aun más despistada que Tracy– que, contra su tendencia natural, opta por ponerse bajo el ala de las alumnas dominantes, que en este caso son más tontas y tilingas que malvadas.
Si alguien piensa que el cuadro de sexo desatado, drogas a piacere, hurtos indiscriminados y –el frutillón del nuevo menú de Tracy– el sadomaquismo (que incluye golpearse mutuamente hasta sangrar, practicar piercing casero, tajearse los brazos) que ofrece A los trece es exagerado, vale precisar que se trata de un relato estrictamente autobiográfico. Las cosas ocurrieron así: Hardwicke, diseñadora de producción que debuta aquí como directora, tuvo un novio (con el que ya no está) que tenía una hija adolescentita, Nikki, a la que siguió viendo, preocupada por lo prematuro y descontrolado de su experiencias. En su afán de ayudarla, Hardwicke alentó lo que parecía la única afición de la chica: hacer cine. Le propuso escribir juntas el guión de una agradable película sobre teenagers, pero los aportes de Nikki sobre episodios de su propia cosecha cambiaron el curso y el acento del relato. Finalmente, el personaje principal, tan parecido a Nikki Reed, lo interpretó la excelente Evan Rachel Wood (en la foto con D.W. Moffet, que encarna al padre, ausente hasta cuando está presente) mientras que Reed se hizo cargo de Evie, la maligna adolescente con una oscura historia familiar, experta en seducir y en traicionar,según convenga a sus designios. En el rol de la desorientada madre de Tracy, Holly Hunter rinde otras de sus perfectas actuaciones, particularmente tocante cuando lame las heridas de su hija, en un gesto animal, a la vez cariñoso y sanador.
A Cady (la ascendente Lindsay Lohan), aunque embarra bastante la cancha y comete deslealtades a causa de su fascinación por las juveniles dictadoras, las cosas le van mejor porque Chicas pesadas es una comedia en la que, para colmo de bienes, actúa de profesora pesimista pero piola la muy talentosa Tina Fey (también autora del guión), de las huestes de Saturday Night Live.
Entre los films estadounidenses sobre chicas en la primera etapa de la adolescencia que sufren una transformación radical, tal si las hormonas en ebullición actuaran como una pócima del Doctor Jekyll, se destacan dos muy recientes: A los trece (2003), realización de Catherine Hardwicke (ya editada en video) de un dramatismo que vira en algunas escenas hacia el terror, y Chicas pesadas (vista hace poco en los cines) de Mark S. Waters, en plan de comedia iniciática satírica no desprovista de instancias emotivas. Pese a las diferencias de género y de enfoque, ambas películas tienen puntos en común: en A los trece, Tracy, una jovencita de esa edad que todavía no terminó de salir de la infancia, al entrar en la secundaria se siente mirada como un bicho raro por las chicas populares que bajan línea; entonces decide tirar sus peluches, cambiar su vestuario e imitar en todo a Evie, la más influyente, que roba en las tiendas, se droga y practica la promiscuidad sexual. En Chicas..., Cady, recién llegada de Sudáfrica y con pautas de comportamiento muy diferentes de las de la escuela a la que la mandan sus padres, es también una especie de forastera –aun más despistada que Tracy– que, contra su tendencia natural, opta por ponerse bajo el ala de las alumnas dominantes, que en este caso son más tontas y tilingas que malvadas.
Si alguien piensa que el cuadro de sexo desatado, drogas a piacere, hurtos indiscriminados y –el frutillón del nuevo menú de Tracy– el sadomaquismo (que incluye golpearse mutuamente hasta sangrar, practicar piercing casero, tajearse los brazos) que ofrece A los trece es exagerado, vale precisar que se trata de un relato estrictamente autobiográfico. Las cosas ocurrieron así: Hardwicke, diseñadora de producción que debuta aquí como directora, tuvo un novio (con el que ya no está) que tenía una hija adolescentita, Nikki, a la que siguió viendo, preocupada por lo prematuro y descontrolado de su experiencias. En su afán de ayudarla, Hardwicke alentó lo que parecía la única afición de la chica: hacer cine. Le propuso escribir juntas el guión de una agradable película sobre teenagers, pero los aportes de Nikki sobre episodios de su propia cosecha cambiaron el curso y el acento del relato. Finalmente, el personaje principal, tan parecido a Nikki Reed, lo interpretó la excelente Evan Rachel Wood (en la foto con D.W. Moffet, que encarna al padre, ausente hasta cuando está presente) mientras que Reed se hizo cargo de Evie, la maligna adolescente con una oscura historia familiar, experta en seducir y en traicionar,según convenga a sus designios. En el rol de la desorientada madre de Tracy, Holly Hunter rinde otras de sus perfectas actuaciones, particularmente tocante cuando lame las heridas de su hija, en un gesto animal, a la vez cariñoso y sanador.
A Cady (la ascendente Lindsay Lohan), aunque embarra bastante la cancha y comete deslealtades a causa de su fascinación por las juveniles dictadoras, las cosas le van mejor porque Chicas pesadas es una comedia en la que, para colmo de bienes, actúa de profesora pesimista pero piola la muy talentosa Tina Fey (también autora del guión), de las huestes de Saturday Night Live.
1 comentarios:
Esa película es muy buena y Evan sale genial!!!
Saludos!!!
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